Le costó decidirse y prepararlo todo, pero estaba segura de que por fin había trazado el plan perfecto.
Había escrito unos cuantos artículos para el blog y los había programado para que automáticamente, se fueran publicando cada 1, 2 o 3 días. (Ahora que por fin había solucionado el problema de la publicación automática le sacaría partido.)
A su vez cada artículo publicado en el blog, desencadenaba una reacción en las redes sociales. Se publicaba un twitt automáticamente. Se colgaba el enlace en su perfil de facebook y la foto que acompañaba el articulo, aparecía como recién publicada en flickr.
Todo perfectamente milimetrado y comprobado. Nadie le echaría de menos, al menos, en 30 días.
Estaba harta de la vida que llevaba. No sabia como continuar y en un momento de desesperación tomó esa drástica decisión.
Había llegado el día escogido y lejos de tener dudas, parecía satisfecha y segura de su tremenda determinación.
Sin tan siquiera un temblor de mano, apretó el botón de apagado del ordenador, tomó el teléfono móvil entre sus manos, también lo paró y lo dejó encima de la mesa del comedor, junto al pequeño sobre que contenía la explicación de todo aquella resolución para sus seres más queridos.
Tomó el abrigo, las llaves del coche, y sin mirar atrás, salió decidida.
Condujo 2 horas y media hasta llegar al lugar escogido.
Desde allí solo se veían montes, vegetación, grandes precipicios y altas cumbres repletas de rocas, entre las que algún día, según le habían comentado, se podía ver cabras salvajes saltando sin ningún tipo de temor.
Tomó su cámara y su cuaderno del coche y se sentó a observar. Empezó dibujando las montañas.
Si aparecían esas cabras, estaría preparada.
La casa que le haría de refugio durante ese mes de soledad lejos de la tecnología y el bullicio de la ciudad, estaba a escasos metros de aquella maravilla y nadie le echaría de menos, al menos durante esos 30 días.
Había conseguido escapar de la ciudad.